mardi 7 mai 2019

Pleroma M M Cc *





música de Contrecube (con la voz de MM y otras (sample Monachil by Contrecube también aunque es recuperado del álbum original, pero la continuidad con "grande roue de nuit", el material sonoro suyo con el que trabajé, me condujo a usar varios fragmentos del álbum "Monachil")



De mí diré especialmente que además de proponerme como autor, en estos días, del presente libro, he sido comiquero, dibujante y guionista de cómic, esto último sobre todo. Por la hybris de mi opera prima, un inencontrable titulado Lo que les devo a las hadas (1990-1991), con esa simbólica ortografía, pagué con el abandono de este arte menor en el que yo prometía. Esa fue la primera y la última historieta de envergadura que terminé y publiqué - aunque por una serie de razones no se imprimió la tirada que estaba prevista. Unos pocos años después escribí un guión, con otro género de locura, para otra extensa obra. En esa ocasión una euménide de carne y hueso me redimió del castigo de terminar de pasarlo todo a tinta. Con ella trasformamos el guión de Las hormigas en la pieza teatral El vasco, que no ha sido representada. Con esta semidiosa he compartido estudio, pinceles, cera del hombre de la miel y papel de algodón y con ella he vivido desde ese año 1995 hasta el 2002. Además tenemos un hijo que me llamaba abbá, como dicen que Jesucristo rezaba, en la época en que terminé esta novela. Este libro estaba siendo en una carpeta, antes de serlo, una serie de apuntes para un comic book. No sabía si el guión que resultase lo iba a dibujar yo, después de tanto tiempo, o si mi amigo Miguel Angel Parra se estrenaría con él a terminar algo de una vez. Él fue quien me invitó a escribirlo, una noche en La Caleta. Lía y yo cruzamos esa noche los cañaverales camino de Salobreña, donde teníamos la pensión, pensando si de esta idea no podía resultar una serie de álbumes, algo así como Astérix pero para un público adulto. Las viñetas eran muchas veces anotadas con el boceto de un escorzo, toda la letra eran escuetos diálogos. Como documentos tan sólo me propuse acumular imágenes, grabados, algún jeroglífico. Tenía un grabado del Vesubio en el Mundus Subterraneus de Kircherio para la escena del volcán. Había sacado apuntes de ídolos de la Isis de Baltrusaitis. Mis lecturas se constituyeron en nebulosa incubatoria. A veces echaba mano de algún libro ya leído, o abría al azar uno intocado. Dejé que fuera mi subconsciente, por medio de sueños, quien me indicara el camino por el que ir vadeando el inasequible río de tantos libros por leer. Más tarde cuando la novela se estaba concluyendo, se me empezaron a plantear las disyuntivas estéticas, la fidelidad o no a alguna poética. El manuscrito abundaba en apartes estéticos, casi políticos. La revisión de Pleroma le dio un cierto carácter de "recortable", actué en tanto que pintor, cubriendo los fragmentos manidos del contraposto y dejando remansos donde importa el detalle. Por otra parte estaba la naturaleza sacra del tema tratado, gnosis temprana y algo de egiptomanía: había preparado una batería de cerca de doscientas notas a pie de página, pero las juzgué excesivas, por lo científico de unas y lo irresponsable de otras. Di el borrador a leer a Ignacio Gómez de Liaño, al que debo agradecer, además de su amabilidad, el encuentro con los diagramas del gnosticismo y el mitraismo, en el primer tomo de su libro El círculo de la sabiduría. Remito al lector a ese libro riguroso e inagotable. He manejado traducciones diferentes de cada apócrifo gnóstico, tratando de imprimirles mi cuño personal. Debo mucho a las ediciones de la editorial Trotta, y de la BAC, aunque he usado también otros clásicos del esoterismo en ediciones menos prestigiosas. Respetables, en cualquier caso, como las ediciones universitarias granadinas de la poesía de Ibn Gabirol, de la tesis de Juliana Cabrera sobre Prisciliano o del tomo segundo de los Deipnosofistas. Durante esos años estaba especialmente interesado en la magia, de manera que a la magia propiamente griega se añaden en el trasfondo de la novela autores como Cornelio Agripa, Giordano Bruno, Cesare Ripa, Diego Torres Villarroel, Paracelso o el papa León. No estorban para nada la coherencia histórica de las prácticas reflejadas, propias de un burdel intemporal que podría... ser tu vida



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